Cueva Peña de los Hornos y Cueva de Moro Chufín son dos de las 10 cavidades de Cantabria Patrimonio Mundial

Cueva Peña de los Hornos y Cueva de Moro Chufín son dos de las 10 cavidades de Cantabria Patrimonio Mundial

21/10/2024 Desactivado Por Redactor

Las cuevas prehistóricas cántabras que han sido declaradas por la UNESCO desde el año 2008  Patrimonio Mundial son las de  El Castillo, Las Monedas, Las Chimeneas, La Pasiega, La Garma, Covalanas, El Pendo, Hornos de la Peña y Chufín, que se suman a la de Altamira, que ya lo fue en 1985, conformando así un patrimonio único en el mundo que aún es un gran desconocido entre los propios cántabros y a nivel internacional.

En este reportaje se habla de la Cueva Peña de lso Hornos y de la Cueva de Moro Chufín, por lo que os invitamoos a conocer el resto de la cuevas en la informaciones sobre las mismas que podeís encontrar en este medio digital.

Cueva Peña de los Hornos

Localización
Peña de Los Hornos, Tarriba, San Felices de Buelna, Cantabria. Desde la CA-170 (que conecta la A-67 y la N-623), en la localidad de Rivero se toma el desvío hacia el S que conduce al barrio de Tarriba. Desde aquí, y por la pista que asciende al Monte Tejas, se llega a la denominada “Peña de los Hornos”, donde se encuentra la cavidad. Del lado izquierdo de la pista, en sentido ascendente, arrancan unas escaleras que suben hasta la boca de la cueva. La cueva de Hornos de la Peña se localiza en la peña conocida por los lugareños como Peña de los Hornos. Orientada al sur, la zona de entrada destaca en el paisaje por su forma en arco. Hornos de la Peña es una cavidad de desarrollo lineal de unos 150 metros aproximadamente.

Posee un vestíbulo que comunica con amplia galería mediante un pequeño paso. La cueva termina en una sala compleja de medianas proporciones. Desde 1903, momento en que Hermilio Alcalde del Río reconoce las primeras manifestaciones artísticas parietales, se tiene constancia de la importancia científica de esta cueva.

La cueva se abre en un monte calcáreo sobre el arroyo de Tejas. Domina un paso natural entre los valles de los ríos Besaya y Pas. Tiene una boca orientada al S que da acceso a un amplio vestíbulo, de 11 m de anchura y 18 m de longitud. De su fondo parte una galería de 1,5 m de anchura y 21 m de longitud, que desemboca en dos salas algo más amplias. A partir de aquí, la cavidad continúa hacia la derecha unos 20 m y, a continuación, tras un giro a la izquierda, otros 25 m más. Coordenadas geográficas: UTM 30T 416520E / 4790553N – Z: 222
Es una de las cuevas incluidas dentro de la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde julio de 2008, dentro del conjunto «Cueva de Altamira y arte rupestre paleolítico de la cornisa cantábrica.La amplitud e insolación del vestíbulo fueron atractivos para los últimos grupos de neandertales y los primeros Homo sapiens, que ocuparon su zona más exterior, como lugar de habitación. En momentos más recientes, durante la Edad del Cobre e incluso durante la Guerra Civil, se hizo uso de este espacio subterráneo con fines diversos.

Hornos de la Peña muestra uno de los conjuntos de grabados más completos de la región cantábrica. Las primeras figuras, algunas hoy desaparecidas, se sitúan en la zona exterior. En este espacio del vestíbulo debe destacarse un caballo de surco ancho y profundo.

Al área propiamente subterránea o interior, se accede por un paso bajo y estrecho que da acceso a diferentes sectores de medianas proporciones que contienen la mayor riqueza artística de la cueva. Destacan las figuras de tamaño grande y concepción naturalista: caballos, bisontes, uros, cabras, ciervos, un bisonte, un posible reno y una forma serpentiforme componen el bestiario animal que trasmite, por la atención al detalle (crineras, pelaje, ojos, bocas, etc.) que prestó el artista durante la ejecución, un conocimiento preciso de la anatomía animal. Pero sin duda, el motivo más destacado es un antropomorfo con un brazo levantado y una larga cola. El carácter mixto (animal-humano) de la composición, cuya interpretación se nos escapa, recuerda a figuras de otras cavidades como la de Altamira.

Especialmente las diferencias técnicas, en complementariedad con la concepción estilística de las figuras, permiten apuntar la existencia de dos momentos de grabación. Una primera fase arcaica en correspondencia con las figuras exteriores de ejecución mediante abrasión y cuya cronología se puede remontar hace al menos 18.000 años. Y un segundo momento, al que correspondería la mayor parte de las figuras interiores, cuya cronología magdaleniense debe estar próxima a unos 13.000 años a.C.

Investigación arqueológica
El yacimiento arqueológico fue documentado entre 1909 y 1910 por el Institut de Paléontologie Humaine (París), bajo la dirección de H. Obermaier, que excavó en el pasillo estrecho situado a continuación del vestíbulo. La cueva se utilizó como refugio durante la Guerra Civil española (1936-1939), lo que conllevó un cierto deterioro de las representaciones. En las últimas décadas del siglo XX destacan los estudios del arte rupestre llevados a cabo por P. Ucko y el estudio del yacimiento por parte de L. G. Freeman, F. Bernaldo de Quirós, L. Straus y P. Utrilla, entre otros. En los últimos años se desarrolla un proyecto de revisión integral del arte parietal de la cueva y su yacimiento arqueológico dirigido por O. Rivero.

Contenidos artísticos: pinturas, grabados
En la cueva se diferencian dos conjuntos de arte rupestre. En el vestíbulo se ejecutaron variosgrabados de trazo simple y profundo, adscribible a fases antiguas del desarrollo del arte rupestre paleolítico; representan un bisonte y un caballo, entre trazos no figurativos. En sectores profundos se ubica otro conjunto con numerosos grabados, incluidos macarroni, trazos digitales y pinturas negras, encuadrable dentro del arte magdaleniense. Las representaciones incluyen 11 caballos, 5 bisontes, 5 uros, 4 cabras, 2 ciervos y 1 antropomorfo, junto a algunas figuras indeterminadas y trazos no figurativos.

Fue excavada por el Instituto de Paleontología de Paris a principios de siglo, descubriendo interesantes hallazgos. Todo ese trabajo se vino abajo con la Guerra Civil, donde Hornos de la Peña fue ocupada como refugio. Como se puede suponer, se sufrieron daños irreparables en esta época. Aún asi se sabe del yacimiento muesteriense, auriñaciense, solutrense, Magdaleniense Medio y Calcolítoco del vestíbulo. La cueva tiene un conjunto exterior, en un bloque suelto y en la pared del vestíbulo con varias representaciones animales tales como un bisonte, un caballo, una cabra y diversas líneas, realizados todos ellos con un trazo grueso. Dentro el conjunto varía de trazo, convirtiéndose en grabados incisos. Además el panel es uno de los más amplios de toda la franja Cantábrica, destacando los caballos y bisontes representados. Otros grabados significantes son un gran ciervo, la cabeza y el cuello de un reno. Entre las pinturas es fácil reconocer un caballo de tamaño reducido y en color negro. Los grabados del vestíbulo son del estilo II Leroi-Gourhan (Gravetiense), mientras que el conjunto interior data del periodo Magdalaniense.

Tipo de visitas:
Todas las guiadas son guiadas. Por razones de conservación, existe un
cupo máximo de 4 personas por visita. Durante la misma se transcurre por
galerías de baja altura, siendo obligatorio el uso de cascos. La cueva carece de instalación eléctrica, siendo necesario el uso de linternas que serán facilitadas por el guía, junto al casco, al inicio de la visita. La entrada debe reservarse por teléfono o comprarse por internet con, al menos, un día de antelación, según disponibilidad de plazas. No se realizan compras por internet, ni reservas en el día de la visita. Durante la visita se recomienda el uso de calzado cómodo que no resbale y ropa de abrigo.

Cueva de Moro Chufín

Localización
Se sitúa en la localidad de Riclones, término municipal de Rionansa. Hidrológicamente se relaciona con el barranco del río Lamasón, al oeste de su confluencia con el río Nansa.  La cavidad se desarrolla sobre un acantilado de materiales calizos dinantienses. Su localización puede ser descrita como estratégica, ya que se sitúa a unos 100 metros de la confluencia de los dos ríos y dede ella se tendría una buena observación del entorno.

La cavidad

La percepción que actualmente se dispone de la cavidad, también conocida como Cueva de Moro Chufín y orientada al N.NW, no se asemeja a la que hubieron de observar los grupos paleolíticos que la frecuentaron. La construcción del pantano de La Palombera elevó el cauce unos 30 metros, inundando parte de sus galerías interiores y formando, a unos 50 metros de la entrada, un lago. En la actualidad el paso hacia galerías más interiores está condicionando por el nivel del agua, siendo por ello que no se tiene un conocimiento preciso del desarrollo cárstico.

Historia de la investigación y contexto arqueológico
A pesar de que la cueva era conocida y utilizada como refugio por los pastores de cabras,  la cueva queda olvidada debido a las dificultades del acceso. Al igual que en muchos otros casos, se conocen leyendas populares que decÍan que en ella un moro había enterrado un tesoro, lo que implicó que las gentes realizaran agujeros con el fin de localizarlo.

El 30 de marzo de 1972 la cavidad se incorpora al mundo científico, cuando Manuel de Cos, en compañía de sus hijos y del guarda del embalse, reconoce en sus paredes la existencia de arte parietal. Informado el director del Museo Arqueológico Nacional, Martín Almagro Basch, se certifica la edad paleolítica de las representaciones, se inician los trabajos de documentación del arte y la excavación del depósito arqueológico. La zona del vestíbulo albergó al menos tres ocupaciones humanas. Las dos más antiguas son problemáticas de caracterizar. La más intensa y mejor documentada corresponde a un momento del Solutrense superior que ha sido fechado en 17.420±200 BP y de la que destacan las puntas laurel, de muesca y de base cóncava, asociadas a raspadores, buriles y hojitas de dorso, además de objetos óseos como azagayas, espátulas y dientes caninos perforados.

Según los datos científicos disponibles Cueva Chufín fue utilizada como lugar de refugio y hábitat, tal y como lo demuestran las evidencias de hogares y la presencia de restos de cabra, y en menor medida de ciervo, corzo, rebeco y bóvido, que fueron consumidos en el lugar. Además, su cercanía al río Nansa explica la presencia de vértebras de peces.

El arte parietal
El repertorio iconográfico de Chufín se distribuye en dos sectores: la zona exterior, o iluminada naturalmente, y la zona interior u oscura.  La primera de ellas está vinculada espacialmente al área del vestíbulo, donde los Homo sapiens desarrollaron actividades vinculadas a espacios domésticos y de habitación.
Todos los motivos hoy reconocibles son grabados, que se distribuyen en tres sectores. En los de la derecha e izquierda el soporte presenta un estado de conservación deficiente, no siendo posible reconocer claramente figuras, si bien algunos autores han señalado la posible presencia de una figura de pez.

El sector central, que se corresponde con el frente alargado de un gran bloque, contiene al menos dieciséis ciervas, un bisonte y una forma triangular, además de varias líneas que, en algunos casos, parecen ser restos de trazos de motivos figurativos hoy en día no reconocibles. Todos los motivos fueron grabados y los surcos corresponden a una técnica abrasiva que configura trazos anchos y profundos, por lo que generalmente son figuras fácilmente reconocibles.

Además de la superposición reiterada entre figuras de ciervas, a todas ellas las caracteriza el trazado sumario de la anatomía, ya que son motivos animales de contorno (con indicación de las orejas y una pata por par) en los que raramente se hacen referencias a regiones o partes anatómicas interiores; sólo en algún caso una pequeña línea indica la boca. Son figuras desproporcionadas, bien por el tronco hipertrofiado en relación a la cabeza, bien por el alargamiento del cuello, lo que pudiera ser, por otro lado, indicativo de una actitud expresiva. Ya en el interior de la cavidad y tras pasar un laminador, la pared derecha presenta una figura grabada, descrita por algunos investigadores como ave de largo pico y alas caídas. Un poco más adelante se grabó una forma en zigzag.

Avanzando hacia el lago por esta pared y hasta el límite de éste, se suceden en la pared diferentes pinturas realizadas en color rojo. Los temas son variados y se identifican un caballo, un uro, dos zoomorfos indeterminados (probable caballo y/o uro), una representación humana (muy probablemente femenina), una forma que se asemeja a un claviforme, diferentes trazos (algunos se pueden describir como barras o bastones) formando series, dos conjuntos de pequeños trazos pareados, una forma arboriforme y una mancha sobre un pliegue estalagmítico. Estilísticamente, las figuras animales presentan rasgos similares a las figuras grabadas en el exterior, si bien no se puede asegurar para ambas un mismo momento de ejecución.En el sector de la pared izquierda el soporte presenta una plataforma ancha o cornisa a lo largo de toda la pared. Sobre ésta, y desde ésta, se realizaron las manifestaciones gráficas. La pared izquierda, y la zona de techo más cercana a ésta, presenta diversos motivos, destacándose claramente que el conjunto de pinturas se asocia preferentemente a motivos de signos y los grabados, ahora de surco más fino y estrecho que los del exterior, corresponden principalmente a figuras animales.

Pinturas en la cueva
Los dibujos destacan por la intensidad del color rojo, por sus dimensiones y por la particularidad de la composición. Son todos ellos series de puntos, de número y distribución variable, que se organizan en hileras formando las llamadas nubes de puntos. Destacan por su relación con el soporte, ya que algunos de ellos se asocian a cornisas, grietas o concavidades, lo que ha sido utilizado por algunos investigadores para interpretar que algunas son formas de vulvas, donde la concavidad del soporte representaría el introito y los puntos describirían el triángulo pubiano. Además, en un momento previo a la ejecución de las figuras, se coloreó el soporte con una fina capa de color rojo. El repertorio temático de este tipo de signos es: forma rectangular a base de líneas formadas por puntos, vulva, líneas de puntos, series de líneas y pequeño círculo.
La única figura pintada en rojo en la pared derecha es una parcial representación de ciervo (cabeza y cornamenta). Aunque con la intensidad de color más apagada, destaca de ella su relación con la morfología del soporte, ya que algunos salientes pudieran estar representando parte de la línea cérvico-dorsal del animal.