Fernando Madrazo Limorti, actor:  “Hay que atreverse con las cosas de la vida que producen ilusión”

Fernando Madrazo Limorti, actor: “Hay que atreverse con las cosas de la vida que producen ilusión”

01/05/2024 Desactivado Por Redactor

Paco España

“Nací en Puerto Chico, en una calle que ya no existe, era travesía de San Emeterio, a la altura de la rotonda del túnel de Tetuán, era una pequeña calle en cuesta con un solo portal. Cuando era un chaval nos liábamos a hostias con los de Tetuán o los de la calle El Sol, daba igual, eran tiempos muy de calle. Empecé en Los Escolapios, donde estuve sólo un año porque me echaron. Siempre he sido muy mal estudiante. De ahí pasé a las escuelas de San Martín, arriba de Canalejas. No tengo muy buenos recuerdos de mi etapa de  estudiante. Me sentía muy maltratado en el colegio por mi estatura, yo era el canijo y estoy convencido de que eso influyó  en mis malos resultados.

El abuso escolar no estaba tan mirado como ahora, lo único bueno que saqué del colegio fue aprender a cantar con el hermano Gregorio, y se lo agradeceré toda la vida, los demás dejaban mucho que desear. Cuando tenía casi 15 años tuve que ponerme a trabajar y aprendí el oficio de tapicero. Mi hermano mayor Alfonso, que ahora está jubilado y vive en Suiza, era tapicero; yo lo vi trabajar mucho. Me buscó un puesto de aprendiz en José Ribalaygua Muebles. Mis padres, Pilar y Leandro, eran de Valladolid. Cuando falleció mi padre pensé que era “el hombre que nunca existió”, como la película.

Fue una persona anulada por mi madre, que tenía un carácter muy fuerte y era la que mandaba en casa. Casi nunca se expresaba y apenas hemos sabido nada de él, apenas existía. Cuando tenía 80 años, me lo propuse y me costó, fuimos al bar a tomar algo y conseguí derivar la conversación para decirle que le quería, porque  nunca le dije a mis padres “te quiero”, ni lo he oído jamás de ellos, la relación era de mucha distancia. Le dije que le quería dos veces, lo recibió pero hizo como si no lo oyera, creo que era mucho para él. Me siento muy orgulloso de habérselo dicho pero no puedo pretender que dijera “yo también hijo mío” y me diera un abrazo, pues no.

Padres

Mis padres pasaron la guerra civil y mi padre tenía un hermano muy vinculado con la política; le confundieron con él, lo detuvieron y creo que lo pasó bastante mal. Era un manitas, hacía libros porque trabajaba en una imprenta en la calle San Luis. Me acuerdo sentarme, muy chiquitín, en el fogón de la cocina y verle como cosía las hojas a mano, forraba las tapas de cartón y encuadernaba los libros, pero tuvo un accidente en la imprenta, le pilló una máquina y le tuvieron que cortar dos dedos de la mano derecha, a partir de ahí lo tuvo que dejar.

La parte de manitas que tengo la heredé de él, la artística era de mi madre, que siempre cantaba mucho. En mi casa vivían dos tías, hermanas de mi madre y siempre había alguien cantando, tengo un gran recuerdo de mis tías por el vínculo que tenía con ellas. Me llevaban al cine Bonifaz, donde los jueves daban una película infantil y después del cine, Arturo Moreno, que era un periodista de Radio Santander, hacia un sorteo para salir a cantar y daba un paquete de cromos y unos caramelos.

Colegio

En el colegio, tenía un amigo, Quique Merino, con el que cantaba canciones del Dúo Dinámico. Un día fuimos a Radio Santander porque había un concurso y en nuestra clase pusieron la radio para escucharnos. Me regalaron una guitarra, pero soy zurdo y nadie me dijo como había que cogerla, lo hice al revés, con la dificultad que eso tenía. Así musiqué poemas de Isaac Cuende y Rafa Colomer, luego de Patxi Andión, Labordeta, Serrat…Me gustaba y cantaba por ahí, de forma que coincidíamos con actividades de teatro que se hacían conjuntamente, así empezó un vínculo fuerte con Román Calleja, de Caroca Teatro.

Teatro

Me propusieron hacer teatro y ahí me integré, eran los años 70. Estuve trabajando en Ribalaygua Muebles hasta el año 80 cuando cerró. Entonces cogí un localito en Puertochico, en el callejón al lado de La Bombi y estuve unos años de autónomo como tapicero, pero lo dejé. A partir de ahí, fui profesional de Caroca Teatro, aunque lo dejé de 1986 a 1999, hasta que me llamó Pati Domenech y me propuso hacer la obra Mirando al tendido, y a partir de ahí retomé la actividad. En 2005 me llamó Paco Valcarce y desde entonces estoy con La Machina Teatro y con Ábrego también. Conocí a Áureo Gómez, a través de Ñ teatro. Maltrato mucho a Áureo, pero él me maltrata más a mí, nos entendemos muy bien, trabajamos muy cómodos, improvisamos mucho. Me divierte muchísimo lo que escribe, confronta conmigo, lo hablamos, empezamos a decir paridas, se nos ocurren nuevas cosas, lo reestructuramos y si hay que hacer algo manual, lo hago yo, él piensa y yo lo hago.

Confinamiento

La Fundación Botín tiene mucha confianza en nosotros y, dentro de unas pautas, nos dan mucha libertad. Para ellos Áureo escribió la obra Método Gregorio para salvar el planeta y Patricia Cercas, de La Machina, le había encargado que escribiera una obra en la que saliera yo vestido de superhéroe. Ahora tengo 73 años, no me cuesta decirlo. Con el confinamiento me dio el bajón y con la edad vas perdiendo facultades físicas y me cuesta ilusionarme, entras en otras valoraciones de las cosas. Pensé en lo que podía hacer que me diera ilusión. A mí siempre me ha gustado la música y, aunque nunca estudié solfeo, siempre me ha atraído la percusión. Hoy tengo una batería eléctrica en casa, con auriculares para que no me echen y me produce una felicidad inmensa tocar con los Rolling o con quien me dé la gana. Hay que atreverse con las cosas de la vida que producen ilusión”.

 “En 2005 me llamó Paco Valcarce y desde entonces estoy con La Machina Teatro y con Ábrego también”

“En la obra Método Gregorio para salvar el planeta salgo vestido de superhéroe”

“Con Áureo Gómez, de Ñ teatro, trabajo muy cómodo y me divierte muchísimo lo que escribe”